Para ese tiempo ya muchas personas, chicas sobre todo, hablaban más de su físico que de sus canciones. Suspiraban ante sus dreads, el piercing que usaba en el lado izquierdo de su fosa nasal, sus tatuajes de bad boy o la camisa abierta mostrando el trabajo abdominal. En mi caso, junto a sus canciones, algo menos musical me llamó la atención de Kravitz: estaba casado con Lisa Bonet, un nombre por el que ahora sí, encontré razones para emitir un suspiro.
Tenía 14 años cuando me volví asiduo al show de televisión que tenía entonces, el hoy agriamente recordado Bill Cosby, quien, además de producirlo y protagonizarlo, en un despliegue de vanidad, le estampó también su mismísimo nombre al programa. Nadie en ese tiempo podía siquiera imaginar las acusaciones de acoso sexual por los que ese hombre, en ese tiempo de gesto apacible y risueño, hoy purgaría condena en una cárcel de Collegeville en Pensilvania; yo solo veía en ese momento una excelente comedia familiar con personajes entrañables y una joven de piel morena que cuando aparecía en cámara, lograba que se me abrieran los ojos como luna llena, mientras ella se mostraba sonriente, luminosa, angelical. En la serie era Denise Huxtable, en la vida real Lisa Bonet y en mi casa la futura señora Gálvez.
Para ese tiempo ya muchas personas, chicas sobre todo, hablaban más de su físico que de sus canciones. Suspiraban ante sus dreads, el piercing que usaba en el lado izquierdo de su fosa nasal, sus tatuajes de bad boy o la camisa abierta mostrando el trabajo abdominal. En mi caso, junto a sus canciones, algo menos musical me llamó la atención de Kravitz: estaba casado con Lisa Bonet, un nombre por el que ahora sí, encontré razones para emitir un suspiro.
Tenía 14 años cuando me volví asiduo al show de televisión que tenía entonces, el hoy agriamente recordado Bill Cosby, quien, además de producirlo y protagonizarlo, en un despliegue de vanidad, le estampó también su mismísimo nombre al programa. Nadie en ese tiempo podía siquiera imaginar las acusaciones de acoso sexual por los que ese hombre, en ese tiempo de gesto apacible y risueño, hoy purgaría condena en una cárcel de Collegeville en Pensilvania; yo solo veía en ese momento una excelente comedia familiar con personajes entrañables y una joven de piel morena que cuando aparecía en cámara, lograba que se me abrieran los ojos como luna llena, mientras ella se mostraba sonriente, luminosa, angelical. En la serie era Denise Huxtable, en la vida real Lisa Bonet y en mi casa la futura señora Gálvez.
El show dejó de emitirse en Perú, le perdí un poco el rastro hasta que volví a verla en 1988 en una publicación ya no tan familiar ni inocente. Había crecido y se mostraba con la piel descubierta, un rostro más maduro y mirada de mujer desafiante y provocadora. Era el mismo ángel que recordaba pero ahora se mostraba de una forma tan sugestiva en la portada de la revista Rolling Stones, que la ponía más cerca a la expulsión del paraíso que de mantenerse en él. Fue ahí que me enteré que estaba casada y que el apellido del afortunado no era Gálvez como mi adolescente ilusión sino Kravitz en concreta realidad.
Se habían convertido en la pareja sexy de moda. Me imaginaba de inmediato a ambos llenos de vanidad y sensualidad en una lucha denodada frente al espejo para ver quién está con mejor físico, a quién se le ve más atractivo o cuánto del gimnasio hay por mostrar. Habían tenido una hija a quien bautizaron como Zoë y que ahora, se ha sumado a la herencia familiar.
Esta semana la famosa revista Rolling Stones ha publicado en su portada una llamativa fotografía que desató masivos comentarios ligados, otra vez, a Lenny Kravitz; Zoë, su bella hija de 29 años, fruto del amor entre él y Lisa, ha querido seguir los pasos de su padre en la música y de su madre ante el lente fotográfico, así que decidió hacer noticia realizando un tributo a su progenitora posando con el mismo vestuario natural que lo había hecho su madre en esa misma revista hace exactamente 30 años.
Respecto a la música, Zoe tiene el tesoro de la juventud con experiencia por delante, apellidos pesados que la soportan y solo falta corroborar que el talento y esfuerzo la acompañen en lo que resta. Lo que está por descontado, es que en esa familia la estampa del movimiento sexy seguirá a niveles de alta competencia interna, a tal punto, que ya no sé si realmente fue un “accidente” lo que le ocurrió a Lenny en agosto del 2015 en Suecia mientras daba un concierto, cuando de pronto la costura de su pantalón de cuero negro cedió ante los desaforados movimientos de cadera, a tal punto que abrió un agujero en la entrepierna que dejó ver una parte de su anatomía tan íntima que ni sus hermosas competidoras familiares han sido capaces de mostrar, poniendo en clara evidencia que la guerra por ver quién es más sexy en esa familia, está declarada.