¿Y si es un chasco esto de andar buscando novia tan airada e impúdicamente? ¿No estaré haciendo un papelón (más) y no me he dado cuenta? ¿Acaso ha variado en algo mi estatus sentimental desde que abrí este blog, hace exactamente un mes? ¿Será poco el lapso de treinta días para medir mis avances, o será suficiente para comprobar mi impericia? No lo sé. Hoy, como notarán, he amanecido un poco irascible, inconforme y misógino. Si el bloggero Juan Manuel Robles tiene sus arrebatos anticombi, yo bien puedo tener mis raptos antinovia; así que le voy a poner ‘pause’ a esta dudosa búsqueda y me voy a dedicar a cuestionarla. Es más, aunque desnaturalice momentáneamente el espíritu de la página, y aunque el editor de la Web se enoje conmigo, quizá me convenga hacer una terapeútica apología de la soltería y de las ventajas, las múltiples ventajas de NO tener novia.
Cuando uno está sin novia (como yo) puede ejercer sus manías a diestra y siniestra, sin necesidad de negociarlas. ¿Quieres pasarte la tarde jugando Play Station? ¿Quieres ver el especial de dos horas de ‘Wild On Mar del Plata’? ¿Quieres dedicar la mañana del sábado a ordenar tu colección de discos y la noche a carcajearte con El Especial del Humor? ¿Quieres irte con tus patas a jugar fulbito y cerrar el partido con un par de cervezas en el grifo? ¿Quieres encerrarte a leer o escribir sin interrupciones? ¿Quieres enchufarte el Ipod en las orejas y escuchar todos los tracks hasta quedarte dormido? ¿Quieres simplemente andar en boxers todo el día, pedirte una Súper Suprema por delivery, hacer Sudoku como un enfermo y zappear todos los octavos de final de la Champions League? ¡Pues hazlo! Hazlo, varón, sin culpas niremordimientos. Hazlo impune e insaciablemente. Hazlo que nadie te llamará a jorobarte y decirte “Ay, flaco, vamos al 4D, pues, mira que hace tiempo que no me llevas”. Hazlo que esta vez no oirás una voz gangosa gritándote al teléfono algo como “¿A qué hora vienes ah? Ya le vamos a cantar happy birthday a mi abuelita y tú ni te apareces, bien esto eres”. Hazlo, compadre, que nadie te aniquilará con un abusivo bombardeo de mensajitos de texto en los que se pueda leer un ultimátum de esta calaña: “acuérdate de que hoy tenemos la reunión de mis amigas de la oficina. Pasa temprano por mí y, por favor, ahora sí aféitate... ya te he dicho que la barba me pica y te queda horrible”.
Cuando estás sin novia puedes vestirte como te dé la regalada gana. No habrá quien opine sobre tu atuendo con esas poco delicadas (y siempre dramatizadas) recriminaciones del tipo “¿Otra vez vas a salir con esa camisa vieja? ¡Es la tercera vez que te la pones en un mes!, ¡Encima, te queda grande!”, o “Q-u-í-t-a-t-e esas sandalias ahorita mismo que así no salgo contigo ni a la esquina, ya sabes” o “Ay, no, amor, estoy demasiado elegante para ti. ¿No tienes un blazer? ¿Y el saco que te traje de Argentina? ¿No te gustó no? A ver, pues, póntelo si me quieres. No seas chinche. Mira que yo estoy toda linda y tú con esa chompita marrón del año de Ñangué” (¿a propósito, quién carajo se supone que es Ñangué?, ¿alguien sabe?).
Cuando estás sin novia puedes mirar a todas las chicas y salir continuamente de cacería. Puedes corretear colegialas, seducir a mujeres maduras y -lo mejor- mandarles correos electrónicos ‘casuales y espontáneos’ a tus ex. Cuando estás sin novia puedes volver sobre tus pasos y averiguar dónde está esa chica linda que te daba bola cuando andabas emparejado. Cuando estás sin novia puedes pararte en mitad de un parque y, cual si fueras Mel Gibson enCorazón Valiente, gritar “Freeeeeeedooooooooooooom” hasta reventarte los pulmones. Y si te provoca salir a bailar y no tienes con quién, no importa: puedes sumergirte en la pista de baile de algún bar oscuro y tumultuoso y desintegrarte, jubiloso, en medio de la multitud. Cuando no tienes novia puedes organizar tu agenda a la medida de tus tentaciones y tus necesidades. Puedes ahorrar o despilfarrar, indistintamente. Puedes quedarte a dormir donde mejor te acomode. Puedes embriagarte sin tener que pensar en las excusas del día siguiente. Puedes burlarte de tus amigos pisados y pedirles a sus novias que te presenten amigas solteras para un flirteo ocasional. Cuando estás soltero abres la puerta de tu casa con una sonrisa Colgate y sales a la calle con la secreta convicción de que eres amo, dueño y dictador de tu futuro.
Sin embargo, cuando estás solo a veces también ocurre que te cansas de estarlo. Y entonces, como la buena bestia inconforme que eres, muy pronto echarás a perder todo lo ganado. Renegarás de tu suerte, creerás que eres un desgraciado y, arriesgando tu preciada independencia, te pondrás a buscar novia como si en eso se te fuera la vida. Si tienes algo de tino y autoestima, por lo menos lo harás en medio de la más absoluta discreción, como para que nadie se percate de tu asfixia. Pero si no, si en el fondo eres un tetelemeque y tienes alma de Gummy Bear, te pondrás a buscarla con todos los aspavientos del caso y, en el colmo del trastorno, en el exceso de la necedad, hasta es posible que un día cualquiera -un jueves de marzo, digamos- abras un blog en Internet para encontrarla.
Renato Cisneros.